A pesar de que las sociedades modernas parecen tan sofisticadas y responsables aún siguen habiendo comportamientos y creencias muy arcáicas, sobretodo cuando se habla de animales. Son muchos los espectáculos que humillan y ponen en evidencia los derechos que cada animal, sólo por el hecho de habitar en esta tierra, debería tener.
El espectáculo que hace más evidente este hecho y el más visto es el toreo. El humano contra el animal. Como comenté en un post anterior, esto recuerda mucho a cuando los romanos lanzaban a las personas a los leones en medio del ruedo para complacer los deseos ocultos de los espectadores. Esto es lo mismo, sólo que al revés. Lo curioso es que una cosa nos hace horrrorizarnos mientras que la misma habiéndole dado la vuelta nos parece algo que debemos aplaudir.
Pero además del toreo, que por cierto, sólo se extinguirá cuando los espectadores dejen de ir al ruedo; hay muchos más espectáculos que dejan en evidencia la crueldad con la que el ser humano trata a los animales considerándolos unos subordinados. Clandestinamente se siguen sucediendo las peleas de perros o las de gallos.
Estos espectáculos son cultura en algunos países y a pesar de que sus gobiernos han intervenido tratando de evitar y regular esta situación, muchas personas poco concienciadas siguen haciéndolos bajo las sombras de la ilegalidad. Como pasa siempre el que mira es tan culpable como el que promueve así que si vemos algo que nos parece injusto pero no actuamos en consecuencia estaremos permitiendo que tales injusticias sigan conviviendo con nosotros y quizás, lo peor de todo, sea que este es el legado que dejamos para las futuras generaciones: el legado del miedo y la injusticia.